sábado, 26 de noviembre de 2011

La historia más oscura dentro de la historia


Una larga historia dentro de la historia de los pueblos marca la identidad pobre y mediocre de la humanidad, la historia de la esclavitud es tan remota que es difícil establecer su origen.
Ni las religiones más importantes, ni los filósofos más elevados, ni los profetas que definieron la moral y los dioses, dieron su tiempo para abolir la esclavitud, fueron los propios esclavos que tras años de lucha desigual, de muertes tan injustas como su cautiverio lograron alcanzar la luz de la libertad, luz que muchas comunidades aún les falta afianzar.

Es difícil entender este fenómeno, como podría un hombre tratar a otro como un animal doméstico sin que se perturbe su conciencia?, darle órdenes como a un perro, darle de comer y hacerlo dormir con menos dignidad que un animal. Y aunque pudiéramos entender a un hombre o una mujer, como entender a pueblos enteros, los que se encontraban en la sima de la cultura.
De hecho la historia de la esclavitud me sirve en lo personal para entender la historia de la cultura, pues a mi criterio empezaron juntas, y sueño a veces con que también terminen tan hermanadas como empezaron.

Las respuestas que justifiquen este fenómeno social pueden ser muchas, pero la que más me satisface es que los propietarios de esclavos no los veían como hombres o como pares, tal vez el color distinto de la piel, la falta de vocabulario acorde al estúpido concepto de civilización marque en sus pobres mentes una diferencia que los aleje de su humanidad.

Tras las luchas, tras la sangre derramada en reclamo de lo justo, la cultura manifiesta en tono de discurso que la esclavitud ha terminado, ocultando nuevamente a su hermana entre sus pliegues.

Pero no es así, la oscuridad no ha terminado, solo es más macabra y tenebrosa, y como lo hiso en su momento vuelve a nutrir el sadismo y la perversión, que necesita alimentarse de almas inocentes para mantener su podredumbre.
La trata de blancas supera en crueldad y bajeza todo lo conocido en la historia del comercio de almas, niñas y niños son robados, privados del calor de la mirada materna, de la simpleza perfecta de un juego de niños, del amor, la ternura y todo aquello que nutre un ser para ser feliz, miles de adolescentes son raptados y privados de todo futuro que concibamos como tal, privados de su vida, de su dignidad, de su esperanza. A cambio sus cuerpos están condenados a la violación, sus mentes condenadas a la mutilación, sus personalidades serán despezadas.
Están destinados a sufrir vejaciones de cuerpo y espíritu hasta que la muerte se apiade de sus desdichadas vidas, ellos están olvidados de dioses y también de la mayoría de nosotros. Pero no te engañes están muy cerca nuestro, en nuestro barrio, cerca de nuestro trabajo, en nuestro entorno.

Te pregunto ahora, quien sos, que sos, sos parte de la complicidad de la muerte, de la tortura, de la mentira?
El silencio es complicidad, también es cobardía, pero no sirve, cuando el dolor te alcance será tarde, allí encontraras tu valor, pero no te alcanzará para sanar tu alma.

Tal vez todavía estés a tiempo.

Si ves o sabes algo de este macabro comercio de inocentes utiliza las asociaciones que se dedican a combatir este flagelo, sé inteligente, no lo denuncies directamente pues eres demasiado vulnerable, pero denuncia y veras que eres digno de mirar a un niño a los ojos, y de sentarte en paz sabiendo que hiciste lo correcto. Tal vez sin saberlo estas salvando a tu hijo o a tu hija, al niño que no te arrancaran de tu alma.

Y tal vez, te estés salvando a ti mismo.


domingo, 13 de noviembre de 2011

Credo Personal


No creo en el tiempo, tampoco en la distancia.
No creo en la verdad tampoco sinceridad
No creo en la libertad, aunque me suela sentir libre
No creo en la honestidad, aunque sé que los ojos no mienten
No creo en los triunfos, tampoco en los fracasos

No creo en la independencia, tampoco en las propiedades
No creo que el hombre sea la mayor inteligencia
Tampoco creo en dioses y menos en demonios
No creo en la individualidad, menos en la identidad
No creo en lo sobrenatural, pues nada hay más allá de la naturaleza
No creo en la muerte, tampoco en el olvido

No creo en el amor sin odio, ni en el odio sin amor

Creo en el destino, y también en los que hacen su camino
Creo en la vida aun cuando habita en el silencio de lo inerte

Creo en el hombre, en su bajeza digna del infierno más temido
En su grandeza, digna de la jerarquía que solo él puede alcanzar

Creo en el hombre y su gran capacidad de creación
Creo en la belleza como máxima manifestación de la naturaleza
Creo en el arte y su majestuoso poder
Creo en la nobleza de lo simple
Creo en el orgullo de la vida
Creo en la totalidad de cada pulso, de cada latido

Creo en la esperanza, cuando habita en los ojos de un amor perdido
Creo en mis pasos cuando ya no hay razón para avanzar
Creo en mis manos cuando se aferran a mi sangre
Creo en el poder de mi corazón cuando late al ritmo del todo

Creo en la plenitud de dos almas danzando
Creo en ti, aunque tú no creas en lo que eres.