Aníbal es un hombre simple, como podría ser cualquier hombre, vive en una ciudad modesta, de poco más de doscientos mil habitantes, vive con Estela su esposa, tienen una hija llamada Elizabeth de 14 años. Como todos los días Aníbal sale en su auto muy temprano, trabaja nueve horas en su oficina y vuelve por la tarde, Estela es ama de casa, Elizabeth estudia en un colegio cercano.
Ellos no lo saben pero sus vidas al igual que las vidas de muchos en la cuidad está cerca de terminar, no por devenires del destino, no por la voluntad de un dios caprichoso, sino por las consecuencias simples de sus propios actos.
Consecuencias encadenadas como fichas de dominó puestas en fila, una a una puesta con la delicadeza de un paciente artesano, el primer movimiento es simple, casi inofensivo, diría casi imperceptible, los últimos en cambio son majestuosos, dignos de las más poderosa manifestación de poder que hombre alguno pueda ver.
Día a día las emanaciones de nuestros autos inundan el cielo, los gases que se elevan tétricamente de los campos de basura que nutrimos vorazmente, los bosques que minuto a minuto desaparecen como nuestra conciencia, como langostas voraces vamos devorando las hojas de los shopping dejando una la estela de residuos no reciclables, con la simpleza que derrochamos el agua se mueven las primeras piezas del gran dominó.
Nuestros jueces nos perdonan cuando dañamos sin conciencia de nuestros actos, pero la naturaleza es un juez más implacable, ni la estupidez ni la ignorancia es motivo de perdón.
Una madrugada de otoño la tierra en las profundidades del mar se estremece como aturdida por tanta insolencia, y brama lava y roca, sangra fuego en un increíble despliegue de luz y oscuridad. A cientos de quilómetros de allí Aníbal y su familia cenan mientras miran un Reality Show, pronto estarán muertos como tantos otros, una mano que llamaremos despiadada los cubrirá, una gran ola desplazándose con la elegancia y la majestuosidad que solo la naturaleza puede hacerlo limpiará su piel de aquello que la daña.
Los noticieros hablaran de desastre, mostraran imágenes de dolor y tristeza, y por un momento, solo por un momento nos conmoveremos, luego cambiaremos el tremendista noticiero y pondremos el Reality que tanto nos gusta.
Quiere la vida que seguir su curso, pagaran justos por ignorantes, daremos más responsabilidad a los más irresponsables, pero no nos liberaremos de culpa, no ante el gran juez, su veredicto será silencioso, su castigo lo veremos cuando ya sea tarde.
Pero la vida, su plenitud, su belleza y esplendor seguirá siendo, con o sin nosotros.
Y eso está bien, y eso me deja en paz.
Tal vez sea lo único importante.